Era de nuevos desafíos: “ahora quienes acaparan tus tierras te dicen que debemos salvar el planeta”
Entrevista con Jun Borras, uno de los fundadores de La Vía Campesina Internacional
Saturnino ‘Jun’ M. Borras Jr. es un activista político y académico que ha estado muy activo en los movimientos sociales rurales de Filipinas y el resto del mundo desde principios de los años ochenta, y que formó parte del equipo organizador que creó el movimiento campesino internacional La Vía Campesina.
Jun ha escrito numerosas publicaciones sobre cuestiones territoriales y movimientos agrarios. Así presenta el Transnational Institute de Holanda (TNI) al activista filipino, que integra esa organización y también el International Institute of Social Studies, con sede en la ciudad holandesa de La Haya. Es además, entre otras cosas, profesor adjunto de la Facultad de Humanidades y Desarrollo de la Universidad Agrícola China de Beijing.
A continuación Radio Mundo Real presenta una entrevista realizada a Jun a fines del año pasado luego de una conferencia sobre transición energética justa, realizada por Environmental Rights Action – Amigos de la Tierra Nigeria, en la capital de ese país, Abuja. Los desafíos actuales de la lucha por la tierra en el mundo, los nuevos actores que acaparan los bienes naturales, el “discurso climático” como excusa para el despojo, el avance de la derecha fascista y la necesidad de la unidad popular para hacerle frente, son algunos de los temas conversados con Jun. No pudimos evitar, asimismo, pedirle que recordara el momento del nacimiento de La Vía Campesina.
Lo que sigue es una versión de texto resumida de la entrevista, que inicia con Jun haciendo referencia a la transición energética justa y su vínculo con el sistema alimentario imperante.
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Jun: El sistema alimentario mundial del orden capitalista es un sistema industrial, con base en la industria química, la energía proveniente de los combustibles fósiles e impulsado por el capital. Y este sistema como mínimo contribuye con alrededor del 40 por ciento de las emisiones mundiales (contaminantes) por año. No es posible que haya una transición energética justa si no se desmantela este sistema alimentario mundial y no es posible desmantelarlo sin ofrecer un sistema alternativo al mismo tiempo. Y aquí es donde entra el contexto de la transición a la agroecología.
Uno de los requisitos más importantes para la transición a la agroecología es el supuesto de que los pueblos y las comunidades deberían tener acceso a los recursos naturales, a las tierras, agua, bosques, semillas, que son ingredientes muy importantes para la agroecología. Pero la realidad del mundo hoy en día es que la mayoría de las personas que dependen de la tierra, el agua y los bosques para sus medios de sustento, no tienen un control efectivo sobre estos recursos. Y para aquellas personas que quedan en los territorios, su acceso a esos recursos se ve permanentemente amenazado. El punto es, ¿cómo puedes hacer una transición hacia la agroecología en estas condiciones?
Si no situamos la lucha por la transición energética justa en el contexto de la transición a la agroecología, en un contexto de transición a nivel sistémico, el gran peligro es que la lucha por la agroecología se deteriore y quede en proyectos pequeños, un proyecto agroecológico aquí, otro proyecto agroecológico allá, y que se interprete su redimensionamiento como una cuestión de tejer entre sí los distintos proyectos. Pero individualmente, y juntos de esa forma, no hacen mella en la transformación de otras estructuras sociales más amplias, lo que significa que no sirven para la transformación sistémica del sistema alimentario. Así que se vuelve un requisito urgente y necesario realmente desmantelar el sistema de propiedad actual, que se encuentra en gran medida bajo control monopólico de unas pocas clases y elites, en términos de la tierra, el agua y los bosques. Esto se vuelve algo muy complicado porque en los últimos diez años, especialmente con la convergencia de múltiples crisis (crisis de alimentos, energía, cambio climático, financiamiento, ambiental), uno de los resultados es que todos, incluidas especialmente las clases y las empresas poderosas, se interesan de repente en tener control por sobre los recursos naturales. Todos quieren controlar la tierra, el agua y los bosques por distintas razones, entre ellas la mitigación del cambio climático, el secuestro de carbono, los acuerdos de compensación (de emisiones contaminantes).
La democratización del control de la tierra en el pasado siempre fue difícil. (…) Pero se ha vuelto incluso más difícil democratizar la tierra en la era del cambio climático. Antes, cuando hablabas de tierras, especialmente de tierras en el medio rural, el único enemigo de clase que identificabas eran las empresas del agronegocio. United Fruit Company tenía determinada cantidad de tierras en Ecuador, Honduras… Pero actualmente, las empresas interesadas en obtener grandes extensiones de tierras provienen de la industria automotriz, como Volkswagen, Volvo, empresas químicas, incluidos nuevos emprendedores, con el discurso del cambio climático, interesados en las reservas de carbono y el comercio de carbono. Todos están interesados en esto. Pero también está surgiendo un actor cada vez más importante y amplio en términos de su alcance de operación y poder, (…) en la era de las políticas y el discurso en materia de cambio climático: las grandes organizaciones de conservación, políticamente conservadoras. En muchos países el área que cercan y las tierras que le quitan a los pobladores es cientos de veces más grande que lo que acaparan las empresas del agronegocio combinadas. Un proyecto de conservación podría abarcar más de 400 000 hectáreas de tierras, por ejemplo. Es cada vez más difícil porque la cantidad de entidades poderosas se ha multiplicado. (…) Y mientras tanto, nadie actualmente habla sobre redistribución o restitución de tierras, cuando de hecho, los aspectos más importantes son la redistribución de tierras en lugares donde muchas personas no tienen tierras y quieren cultivar, y la restitución de tierras en lugares donde mucha gente fue desplazada forzosamente por distintas razones. Colombia tiene 7 000 000 de desplazados internos. Myanmar tiene 1 000 000. La restitución es el único marco político correctivo para ellos. Y luego están las personas que siguen teniendo acceso a las tierras, pero su acceso se ve permanentemente amenazado. La mayoría de las comunidades indígenas se ven afectadas por esto. Pero los más vulnerables hoy en día son quienes implementan formas de agricultura ambulante menos modernas, como el pastoreo trashumante, la pesca artesanal y los habitantes de los bosques. Porque ahora, de repente, se usa una doble narrativa en su contra para justificar el cercamiento de las tierras y la naturaleza. La doble narrativa es que estas formas de producción y de vivir son económicamente ineficientes y ecológicamente destructivas, y entonces deberían detenerse. Detenerlas implica otorgar las tierras y recursos a las empresas que establecerán plantaciones de monocultivos.
RMR: Para que esta transición energética sea una transición energética justa, necesitamos el desarrollo de la agroecología, esta tremenda bandera política de La Vía Campesina alrededor del mundo, pero antes de esto necesitamos un mayor acceso a los recursos naturales. Así que, en tu opinión, ¿cuáles serían las formas en las que las organizaciones campesinas, los movimientos sin tierra, pueden avanzar en un contexto que parece ser más y más difícil?
Jun: Bueno, dos cosas. La primera es converger y la segunda es tener grandes reclamos. En cuanto a la primera, converger. Hay una convergencia de crisis, una convergencia de problemas. Esta situación hace que los movimientos deban converger de distintas formas, ya sea sumando esfuerzos o comenzando a enfrentar los problemas en el marco de campañas a nivel de las organizaciones. Durante mucho tiempo, la mayoría de estas organizaciones surgían en medio de una tradición sectorial. En la situación actual, es más efectivo que los movimientos ambientales se muevan más para comprender e internalizar a algunos de los movimientos agrarios. ¿Cómo podemos hablar de transición energética justa sin hablar del sistema alimentario mundial?
El otro aspecto importante es que no se trata simplemente de una era marcada por el auge de las políticas en materia de cambio climático, sino que es también una era marcada por el auge de la derecha, el auge de los grupos de derecha, muchos de ellos autoritarios. Pero una lección que debemos aprender aquí es que esta amenaza puede convertirse en una especie de oportunidad. La cuestión es que la gente estaba harta de todos los impactos negativos del neoliberalismo y de las mismas políticas de centro que han definido tantas coaliciones de centro y socialdemócratas en las últimas dos o tres décadas. La gente está harta de esto. Lo rechazan. Pero, por supuesto, el desafío es cómo pueden los movimientos radicales y de izquierda convertir este rechazo en apoyo para la izquierda. (…) Creo que en nuestro caso, una de las preguntas fundamentales sería que si el problema es el capitalismo, entonces no podremos encontrar un futuro positivo en el capitalismo. Y si no es el capitalismo, ¿entonces qué es? En mi opinión, debería ser un futuro positivo socialista, pero definitivamente no de la forma en la que se ha definido convencionalmente al socialismo, sino en una forma más genérica de sentido profundamente democrático de distribución de la riqueza y el poder en las sociedades. Pero ¿cómo podemos, en una plataforma socialista en la que hayan distintas tendencias de creencias -desde partidos comunistas, partidos socialistas, a quiene hablan de decrecimiento, el anarquismo, el feminismo-, tener un espacio seguro y respetuoso para el diálogo?
RMR: ¿Cómo te imaginas estos nuevos vínculos entre los movimientos sociales y los partidos de izquierda que en algún momento pueden dar estos pasos hacia adelante para pasar nuevamente a gobiernos más cercanos al pueblo?
Jun: Es fácil criticar. No es fácil gobernar cuando estás allí. Pero creo que hay algunos aspectos para debatir, como, por ejemplo, pensar en grande. (…) Uno de estos aspectos probablemente sea la cuestión de cómo obtener una lectura correcta del ritmo de la gente común cuando estás en el poder. Creo que probablemente una pregunta legítima es si había alguna especie de conservadurismo de parte de los grupos (de izquierda) que captaron el poder, en términos de desafiar y realmente reestructurar de forma radical los patrones de las relaciones sociales, las estructuras sociales. Hay una diferencia entre la distribución y la redistribución. La distribución implica una especie de logro positivo en el que a través del Estado puedes darle riquezas y algo de poder a algunos sectores de la sociedad, sin necesariamente hacer que otras clases pierdan. La redistribución de la riqueza y el poder implica cambiar los porcentajes relativos, y donde algunos ganan otros tendrán que perder. No puede negarse que varios (sectores de recursos económicos bajos) obtuvieron muchísimo (con esos gobiernos de izquierda), pero las estructuras de poder no se vieron significativamente modificadas y ahora están volviendo para básicamente socavar gran parte de esos proyectos políticos.
RMR: En este contexto en el que el fascismo, el agronegocio y las grandes organizaciones de conservación como decías, y otras elites, están ganando control por sobre los territorios, los recursos naturales, las tierras, bosques, agua, ¿ves en el corto o mediano plazo un aumento de las luchas por el acceso a la tierra, por ejemplo, algo que impulse una nueva escalada de lucha por la tierra, con nuevos actores?
Jun: Podría ser y debería ser. Creo que si no sucede a corto plazo estos nuevos actores que están surgiendo y se están adentrando en el ámbito de los recursos naturales se intensificarían y por lo tanto sería muy difícil deshacerlo en el futuro. Así que uno de los desafíos es cómo hacerlo a gran escala y cómo hacerlo ahora en términos del reposicionamiento. (…) Ahora los que vienen y acaparan tus tierras dicen que debemos salvar el planeta, y que entonces es necesario cercar un millón de hectáreas de tierras (por ejemplo). No es tan sencillo y directo hacer campañas como lo era antes. Esto es lo que digo cuando hago referencia a que no puede ser solo la tarea de movimientos ambientales como Amigos de la Tierra, o solo la tarea de movimientos agrarios como La Vía Campesina. Debemos sumar esfuerzos, para ver el terreno cambiante en su real naturaleza y carácter, y actuar en consecuencia. Y entonces, como dije anteriormente, tener grandes reclamos.
Todos los que necesiten tierras, agua, bosques, deberían tener un acceso mínimo. Y debería haber un tope a la cantidad que los particulares y las empresas pueden controlar. ¿Es imposible? No. ¿Es difícil? Sí. Lo que nos reconforta es recordar que sucedía lo mismo con muchos de los privilegios y derechos que disfrutamos hoy en día. Por ejemplo, la jornada laboral de ocho horas como máximo. Antes, si te fijas en la historia, era algo imposible de lograr. Lo mismo sucede con los derechos civiles, el derecho de las mujeres a votar… Una vez que adquieres el impulso político ya no es imposible.
RMR: No puedo evitar preguntarte, Jun, en este marco, ¿qué tan imposible parecía crear un movimiento campesino mundial reconocido por todos en la lucha por la tierra (La Vía Campesina)?
Jun: De 1990 a 1992, cuando estábamos en medio del proceso de organizar un sueño “absurdamente difícil”, pero no imposible, de tener un movimiento internacional verdadero de campesinos pobres, yo era parte del equipo de organización y estábamos dando vueltas. Nos pusimos en contacto con una agencia de financiamiento porque queríamos convencerlos de que nos ayudasen a financiar nuestra conferencia. No voy a nombrar la agencia de financiamiento de Europa, pero el tipo nos dijo de forma muy arrogante que estábamos locos y por supuesto no nos dio ni un dólar. La gente se reía de nosotros, de la idea loca de tener nuestro propio movimiento de campesinos.
Hace 25 años fue un momento histórico y probamos estar en el lado correcto de la historia. La pregunta, por supuesto, es si La Vía Campesina continuará siempre estando adelantada a su época. Estaba adelantada a su época en 1993 en términos de la energía creativa y de aprovechar el momento. Siempre fue un desafío, es parte de la construcción de un movimiento y de la maduración de un movimiento. La Vía Campesina es un gran movimiento que hace grandes cosas, pero los movimientos no prosperan solo si se los halaga, los movimientos prosperan si se los halaga y, además, si se les recuerda las tareas pendientes.
RMR: Jun, también me hiciste recordar que una vez escuché a un campesino del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil (MST) decir que cuando el contexto es realmente adverso ellos saben que probablemente tendrán que dar un paso atrás, acumular fuerzas, tener paciencia y preparar el terreno político para avanzar nuevamente. Así que supongo que este momento es uno de esos, y debemos ver cómo unificarnos nuevamente para avanzar.
Jun: Lo que dices es absolutamente cierto. También es el momento de repensar toda la trayectoria histórica y ver dónde estamos parados. La institucionalización de los movimientos se da de las dos formas, tiene un peligroso doble filo. Puede hacer que los movimientos se vuelvan complacientes. (…) En realidad, los grandes movimientos surgen de una especie de espíritu de agitación, de agitación política, en el sentido de que no estás completamente a gusto con la forma en la que los movimientos institucionalizados responden a los llamados de los tiempos. (…) A fines de la década de 1980 y principios de 1990 dijimos “basta”, necesitábamos nuestra propia representación y voz en la plataforma internacional y era necesario comenzar a decirle a las ONG que dejaran de decir que representaban a los campesinos, porque podíamos representarnos nosotros mismos. Esta es la irreverencia de los movimientos y cómo desafías las convenciones. Y creo que esto debería ser siempre parte del ADN de los movimientos. Así que la institucionalización no debería ser la institucionalización de los movimientos en sí mismos, porque podría ser muy peligroso. Sino que debería ser la institucionalización de impulsos políticos e instintos políticos muy importantes, que hacen grandes a los movimientos.