Ser defensora en el centro de América
Entrevista con la defensora salvadoreña Marta Rivas
Marta Rivas nació hace 29 años en el campamento para refugiados salvadoreños en Honduras conocido como «Mesa Grande», donde vivió con otros cientos de niños y niñas que crecieron durante el conflicto armado que se extendió en El Salvador entre 1980 y 1992.
Esta defensora lleva el nombre de su comunidad: Santa Marta, ubicada en el departamento de Cabañas, al norte de su país. Es parte de la Asociación de Desarrollo Económico Social (ADES), una organización de base que acompaña a comunidades campesinas, y de la Red Latinoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Sociales y Ambientales.
“Soy una joven que ha crecido con esa memoria histórica y comunitaria -dice sobre sí misma-. En mi vida universitaria participé de movilizaciones y plantones pero, a medida que me acercaba a la defensa de los territorios y por la defensa del agua, en contra de proyectos mineros que han intentado instalarse en Cabañas, poco a poco me fui involucrando en espacios más específicos de mujeres, entendiendo que nosotras somos quienes más contacto tenemos con los recursos”.
En sus trabajos de defensoría se ha dedicado a “entender cómo, en un contexto de violencia -tanto social como impulsada por el extractivismo-, las mujeres tenemos una doble o triple afectación, y entender que los niveles de vulnerabilidad no son los mismos para un compañero defensor que para una defensora”.
Entre sus experiencias más recientes se destaca su participación en la Caravana centroamericana «Mujeres tejiendo Territorios» que inició el 7 de enero de 2018 en El Salvador con el Colectivo de Mujeres de la Asociación ADES Santa Marta hacia Guatemala, con las mujeres en resistencia de la Puya y Mataquescuintla, siguió por Honduras, con compañeras del COPINH Y RENACAMIH, y finalizó en San Salvador.
La Caravana “permitió evidenciar esa violencia atroz que generan los proyectos extractivos en los territorios y cómo eso repercute en las mujeres que deciden enfrentarse a esos proyectos y a los Estados que no responden a las peticiones de las comunidades. También evidenció que persiste una invisibilización de las mujeres que permanecen en lucha, aunque de a poco se van haciendo más visibles”, dice Rivas.
En un país donde la violencia encabeza los titulares de prensa, abordar el cuidado y la defensa de los cuerpos-territorios es un desafío que supone “evidenciar esa violencia que se da contra las mujeres en lo íntimo, dentro de sus casas, y trabajar por la deconstrucción de patrones de comportamientos, de conductas, de relacionamiento en las familias”.
“En estas luchas yo sí creo en ir impulsando las transformaciones integrales junto con los hombres, para que ellos vayan desaprendiendo y aprendiendo nuevas formas de relacionarse, así como nosotras tenemos que sacarnos el chip con el que nos educaron sólo para cuidar a otros y registrar que podemos ir mucho más allá de lo que hemos aprendido que podemos hacer”, concluye Rivas, días después de haber participado del IX Encuentro y Asamblea de la Red Latinoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Sociales y Ambientales.