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Cuestión de tiempo

El 8 de agosto el Senado argentino se perdió la oportunidad de hacer historia y concretar sin más contratiempos lo que ya es inevitable, la legalización del aborto en el país. En las afueras de ese recinto de legisladores de la capital argentina, Buenos Aires, así como en numerosas ciudades del país y el mundo, porque el caso capturó la atención internacional, millones de mujeres se manifestaron a favor de ese derecho.

Al otro día, el 9 de agosto, nuestra periodista y compañera Azul Cordo realizó una editorial para empezar nuestro programa “Mil Voces” en su edición 347. “Se dejó en claro que la victoria es de las ‘pibas’ que pusieron y seguirán poniendo el cuerpo por nuestros derechos, y de las ‘históricas’, las pioneras, que renovadas con brillantina en sus rostros, seguirán al firme hasta que sea ley”, dijo sobre el inicio del texto Azul. Te invitamos a escuchar su editorial radial completa.

Editorial MIL VOCES 347 [1] – jueves 9 de agosto 2018

El 8 de agosto todo se tiñó de verde: las caras, las gargantas, el corazón. Buenos Aires y otras cientos de ciudades abrazaron a las argentinas que este miércoles vivieron un hito: la discusión y la votación en el Senado para aprobar o no la despenalización y legalización del aborto. Fue la primera vez que se abrió debate parlamentario tras la recuperación democrática. Aunque el resultado dejó un sabor amargo, porque el proyecto podría volver a debatirse recién en 2019 -en plena campaña electoral-, se dejó en claro que la victoria es de las pibas que pusieron y seguirán poniendo el cuerpo por nuestros derechos, y de las militantes pioneras, “históricas”, que, renovadas con brillantina en sus rostros, seguirán al firme hasta que sea ley.

Es nuestro tiempo: el tiempo de las hermanas. Ésas que se acompañan en los momentos buenos y en los difíciles. Una hermana es lo más cercano a una par, es la que te puede regañar si cree que te equivocaste, pero ratificará sus votos de amor contigo una y otra vez. La que te banca en todas, como decimos por estas latitudes. Y ayer fueron, fuimos, cientas, miles, millones, haciendo el aguante.

Somos hermanas. Mujeres hermanadas en esta lucha que le hace frente al dominio sobre nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestras decisiones.

Se acabó el tiempo de las criadas. Y ustedes, machitos patriarcales, van a tener que vivir con eso. Van a tener que tolerarlo, o cambiar y ceder privilegios.

En el debate parlamentario se dio piedra libre a las creencias personales de cada legislador, de cada legisladora, por el “tema” en cuestión. ¿Por qué se meten la moral y la mala costumbre de opinar sobre el cuerpo de las mujeres? Aquí debería primar el criterio de legislar para garantizar la democracia, es decir, para garantizar derechos, en este caso un derecho a la salud publica, a la educación sexual, a considerarnos ciudadanas plenas. ¿También se inmiscuyen creencias personales cuando legislan sobre el hambre y el ajuste, cuando endeudan generaciones, o acaso es este debate, EL DEL ABORTO, el que nos permite ver que siempre legislan bajo creencias personales, en vez de políticas?

Se acabó el tiempo de vernos como máquinas paridoras, incubadoras, úteros caminantes. Somos mucho más que cuerpos gestantes: somos cuerpos deseantes. Per-so-nas. Sujetas políticas con capacidad de decidir sobre nuestros territorios íntimos y comunitarios, es decir, sobre nuestras vidas.

Como dijo la senadora de Chaco, María Inés Pilatti: “¿Vamos a seguir dejando que se mueran las mujeres? ¿Vamos a seguir permitiendo que lleguen a los hospitales las mujeres con úteros perforados, que no puedan tener nunca más un hijo querido, deseado?».

Llevar adelante una maternidad deseada es un acto valiente. Decidir abortar un embarazo no deseado también lo es. Continuar un embarazo forzado es una condena al cadalso. Morir en un aborto clandestino es un crimen de Estado.

No estamos pidiendo permiso, estamos exigiendo que se cumplan nuestros derechos.

Pero mientras tanto tenemos que escuchar al senador Urtubey, quien dijo sobre la causal violación que, si bien la figura de “la violación está clara en su formulación, habría que ver… porque hay algunos casos en los que la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer, sino que a veces es un acto no voluntario con una persona que tiene una inferioridad absoluta de poder frente al abusador».

Tuvimos que escuchar a Ángel Rozas, representante de Mendoza, poniendo en la balanza qué muertes valen más, diciendo que no era para tanto que murieran unas 43 mujeres por año por abortos clandestinos -frente a los cientos de muertos por accidentes de tránsito-. El aborto clandestino no es opción: hoy es obligación. No es un accidente, algo azaroso: es adonde el Estado empuja a las mujeres, a niñas, a adolescentes, por no cubrir esta práctica sanitaria que debería ser pública y garantizarla a todas quienes decidan interrumpir un embarazo no deseado. Un accidente es eso: un accidente, una desgracia, un siniestro. No un riesgo impuesto. No se pueden comparar.

Las consignas de estos últimos 15 años de batalla verde dan cuenta del latido feminista en esta historia de lucha: de aquella que grita “Educación sexual para DECIDIR/ Anticonceptivos para NO ABORTAR / Aborto legal para NO MORIR”, a la que canta, salta y grafitea: Educación sexual para DESCUBRIR/ Anticonceptivos para DISFRUTAR / Aborto legal para DECIDIR.

Del Aborto legal EN EL HOSPITAL, al aborto legal EN CUALQUIER LUGAR.

Las prácticas dan cuenta de nuestra apropiación política de un acto privado: de la percha, el perejil, la sonda, al misoprostol, la aspiración manual endouterina, el aborto quirúrgico. De la matrona a las socorristas en red: “Abortamos hermanadas. Abortamos en manada”.

El aborto no es una tragedia, es un ejercicio de libertad. ENTIÉNDANLO. NO HAY RETORNO.

La calle votó. Ya nadie podrá parar esta oleada.