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Las plantaciones de monocultivos destruyen bosques y comunidades en Asia Oriental

Los agrocommodities llevan décadas haciendo estragos en los bosques de Malasia [1] y el sureste asiático. Las plantaciones de monocultivos comenzaron a reemplazar la tala de bosques en la década de 1990, pero no son menos destructivas para el medioambiente o las comunidades.

El movimiento de la industria maderera transnacional primero lo pudimos ver en Filipinas [2], después cuando los bosques desaparecieron llegó a Tailandia y luego a Malasia, Indonesia y Papúa Nueva Guinea. Realmente es posible ver el camino de destrucción de la industria maderera transnacional y de las plantaciones transnacionales de monocultivos”, explica Shamila Araffin, investigadora principal y responsable de prensa de SAM/Amigos de la Tierra Malasia.

En Malasia, esta destrucción es provocada principalmente por las plantaciones dirigidas a satisfacer las demandas de la industria de la palma aceitera y del papel y celulosa. El resultado es la pérdida de bosques y la violación de los derechos consuetudinarios de los Pueblos Indígenas y sus territorios [3].

Se pierden bosques enteros en beneficio de los intereses de las empresas

La tala, a pesar de lo mala que era en términos de la destrucción de los bosques, solía dejar algunos árboles de pie, pero como destaca Shamila, “cuando se habla de conversión forestal (a plantaciones de monocultivos) se está hablando de la destrucción total de todo el ecosistema y es irreversible. Estas plantaciones de monocultivos tienden a ser desarrolladas por grandes empresas». [4]

Como explica Shamila, existen dos modelos muy diferentes de agricultura: las plantaciones de monocultivos de gran escala y las pequeñas fincas. “Existen modelos muy distintos de agricultura. No son iguales en su naturaleza, estructura y magnitud. Representan diferentes intereses económicos. Buscan grados de rentabilidad ampliamente diferentes. Están situados en diferentes planos de la jerarquía político-económica nacional y mundial existente”.

Derechos para las comunidades, Pueblos Indígenas y mujeres

Perdemos el bosque y las comunidades sufren».

La conversión de los bosques para dar lugar a plantaciones de monocultivos también afecta a las comunidades indígenas cuyos territorios se ven afectados por estas plantaciones. Shamila explica que “partes enteras de los territorios desaparecen literalmente o se pierden en beneficio de las plantaciones de monocultivos”.

Cuando se propone una plantación de palma aceitera de gran escala en, por ejemplo, Sarawak, Borneo, no solo se destruirá el bosque, sino que también se acabará con los medios de sustento de las comunidades indígenas y se perjudicarán los ingresos de los pequeños productores de palma aceitera.

Con las plantaciones de monocultivos, las comunidades pierden sus tierras y no pueden convertirse en pequeñas propietarias, lo cual es vital no solo para su sustento y alimentación diaria, sino también para sus ingresos. Como señala Shamila, esto sucede en todos sus territorios: “Muchas comunidades indígenas obtienen ingresos no solo de la agricultura, sino también de los ríos, por ejemplo. Y los ríos pueden llegar a estar extremadamente contaminados a causa de las plantaciones de monocultivos”.

Shamila fue clara en términos de los impactos específicos que afectan a las mujeres, cuya seguridad, movilidad y capacidad de garantizar alimentos e ingresos se ven muy reducidas. Las plantaciones atraen a hombres ajenos a las comunidades y áreas circundantes, lo que hace que las mujeres se sientan inseguras e incómodas yendo solas al bosque o a sus fincas.

Las mujeres pueden salir a pescar por el día en grupos. Pero cuando el ecosistema se ve afectado, es más frecuente ver cocodrilos porque les falta comida. Ahora no pueden salir solas, tienen que depender de que las acompañen los hombres, porque, naturalmente, tienen miedo a los cocodrilos. Esto afecta la capacidad que tienen para llevar alimentos y dinero a sus hogares. La pesca es muy lucrativa para las mujeres, obtienen sus propios ingresos a partir de la venta del pescado”.

La lucha se da a través de soluciones sustentables, centradas en los derechos y encabezadas por los pueblos

SAM/Amigos de la Tierra Malasia apoya a las comunidades, Pueblos Indígenas y productores/as de pequeña escala y trabaja a nivel nacional para poner de manifiesto los impactos y exigir un cambio.

Shamila explica que “trabajan con [las comunidades] para ayudarlas a proteger sus territorios de la invasión y de los impactos ecológicos de las plantaciones, por ejemplo, la grave contaminación de los ríos o las inundaciones intensas. Denunciamos los impactos ambientales a las autoridades. Estamos viendo la posibilidad de trabajar a nivel político para que en el país se practiquen formas más sustentables de agricultura”.

El manejo comunitario de bosques, [5] la agroecología [6] y los intercambios son el camino a seguir. Y los derechos son fundamentales para este trabajo, de acuerdo con Shamila. “La realidad territorial es muy importante para las comunidades indígenas. Si queremos que los derechos comunitarios sean centrales para la gestión forestal tenemos que reconocerlos. A las comunidades con las que trabajamos les gustaría que se reconozcan sus territorios, intactos, tal como están”.

Las mujeres [7] tienen un papel central en el manejo comunitario de los bosques y la agroecología. SAM trabaja en el fortalecimiento de todas las partes dentro y entre las comunidades. Organiza encuentros para que haya “una red vital, para que se intercambien conocimientos y semillas y haya un intercambio realmente significativo entre las comunidades que llevan a cabo estas prácticas activamente”.

Este trabajo es encabezado por los pueblos que han llevado a cabo estas prácticas durante siglos, tal como argumenta Shamila: “las comunidades indígenas son las defensoras del manejo forestal y la agricultura sustentable, por lo que tratamos de fortalecerlas para que defiendan sus territorios y que sus prácticas puedan continuar”.

Las comunidades urbanas [8] también promueven y practican la agricultura sustentable en los pueblos y ciudades. Este movimiento dentro de las áreas urbanas se está expandiendo hacia las ciudades cercanas, como Kuala Lumpur, la capital malaya, donde las comunidades comenzaron a reunirse para proteger a los bosques que rodean la ciudad.

SAM también trabaja a nivel nacional en la implementación de políticas, que actualmente es muy débil y tiene muchas fallas. Shamila asegura que Malasia carece actualmente de una “política fuerte que le permita a las comunidades participar de forma significativa en el manejo forestal”.

Por lo tanto, SAM está trabajando en propuestas para fortalecer estos derechos de manejo forestal [3] e integrar la protección de los bosques y de los derechos comunitarios. Deberían ir de la mano, pero actualmente no tenemos leyes fuertes que protejan los derechos de las comunidades o leyes que pongan los derechos de las comunidades en el centro del manejo o la protección de bosques”.