Un mes después del asesinato de João Alberto Silveira Freitas por los guardias de seguridad contratados por la red Carrefour en Porto Alegre, Brasil, la activista Patrícia Gonçalves, integrante de la Junta Directiva de Amigos de la Tierra Brasil [1] y militante del Frente en Defensa de los Territorios Quilombolas en el estado de Rio Grande do Sul, analiza las medidas tomadas por la empresa y la justicia. Patrícia defiende un cambio de paradigma en el tejido social respecto a las comunidades negras en Brasil.
El 19 de diciembre se cumplió un mes del terrible crimen contra João Alberto. Ese episodio es reflejo del racismo estructural e institucional en Brasil. “Beto”, como era conocido, fue brutalmente apaleado hasta la muerte por la seguridad privada de la red de supermercados de origen francés Carrefour y por la policía militar.
El equipo de Comunicaciones de Amigos de la Tierra Brasil conversó con Patrícia Gonçalves para analizar este caso cruel y racista. El asesinato de Beto ocurrió un día antes del día de la conciencia negra, en Porto Alegre, una de las ciudades brasileñas más segregadas. En la misma semana fue celebrada la elección de concejales negros para el Concejo Deliberante de Porto Alegre, hecho hasta entonces nunca ocurrido. Patrícia relata: “La gente estaba feliz con la elección de los concejales negros, y también con la cuestión de género, eligiendo a muchas mujeres tanto en Porto Alegre como en diversas ciudades de Brasil. Estamos caminando hacia una transformación de estos espacios que es muy necesaria. Y mientras conmemorábamos y celebrábamos, el racismo vino para decir cual es la condición de las personas negras, de las personas no blancas aquí en Brasil”.
El caso de João Alberto tuvo gran impacto y movilización nacional por la simetría con el asesinato de George Floyd en Estados Unidos (estrangulado un 25 de mayo por un policía blanco que se arrodilló en su cuello durante un abordaje en Minneapolis), que tuvo repercusión en diversos países con la campaña “Black Lives Matter” («Las Vidas Negras Importan») [2]. Principalmente, el asesinato de João Alberto tuvo mucha notoriedad pública porque ejemplifica la realidad cotidiana de hombres y mujeres negros/as en Brasil.
“Esa es nuestra cotidianidad. Vivimos en un país que no nos reconoce como humanidad, que no nos reconoce como fuerza potente de transformación social. Pero sobrevivimos al inmenso proyecto de exterminio, genocidio y epistemicidio. En Brasil, más allá de la esclavitud, la colonización, por ejemplo, financió políticas de fomento de la inmigración europea que proyectaron que en 100 años la población iba a ser más blanca, con la llegada de esa inmigración, y entonces se convertiría en una población civilizada. Se invirtió dinero público para eso, se defendió esa idea y, como consecuencia, hubo acciones de desterritorialización aún mayores de nuestros pueblos originarios y los pueblos negros que aquí estaban, en función de esta lógica que sólo cree en un modelo de pensar a través de los cuerpos blancos del occidente, que es un modelo correcto y civilizado. ¡Y hemos sobrevivido a eso! De forma habilidosa y estratégica, hemos sobrevivido a eso”, describe Patrícia.
El caso de João Alberto no es un episodio aislado. La red Carrefour tiene antecedentes históricos graves, con casos de agresión física y violación de derechos en todo el territorio brasileño. Patrícia nos describe algunos ejemplos: “tenemos el caso de una empleada que después de recibir tratamiento racista de los colegas de trabajo, hizo una denuncia y la empresa la despidió. También tenemos el caso de un empleado que falleció en un establecimiento de trabajo y la actitud de la empresa fue seguir las actividades normalmente, camuflando el cuerpo expuesto, sin dignidad. El cuerpo negro no recibe ninguna dignidad de parte de la empresa que se valió de su trabajo por mucho tiempo. Tenemos casos de clientes que son perseguidos, violentados, que no pueden transitar de forma digna en los establecimientos de estas redes de supermercados porque son siempre vistos como sospechosos y violentados. Y ahora el caso de João Alberto, que fue cruelmente asesinado”.
Además de Carrefour, hay otras corporaciones del sector alimentario que violan derechos en Brasil. En Porto Alegre hay otros casos que tienen que ver con la disputa territorial de las comunidades quilombolas. Por ejemplo, la red Walmart, corporación acusada de explotar la mano de obra de trabajadores/as, intenta desterritorializar a la comunidad Quilombo dos Machado [3], en Porto Alegre. Patrícia describe cómo esa comunidad siente los impactos del racismo institucional: “La comunidad tiene una historia de vida muy anterior a la llegada de la red Walmart, y sin embargo nuestro sistema jurídico no puede y no quiere comprender eso. Actualmente, la comunidad necesita invertir mucho tiempo y energía en una disputa inmensa para garantizar que se haga justicia. Y es muy difícil pasar por ese tamiz jurídico, lograr que se desarrolle un proceso que le pueda dar retorno a nuestra lucha, a nuestra construcción e ideal de mundo. Es extremadamente complejo para una comunidad quilombola ser evaluada y analizada por ese sistema. Pero la regla que tenemos es que la propiedad de la tierra vale más que las personas, y por eso es necesario enfrentar esta situación. Y lograr, de diferentes formas y con narrativas diversas, disputar qué es un territorio quilombola, qué es la constitución de un mundo posible en esos territorios. Porque el mismo sistema ha renegado otras espacialidades y ha puesto a esas personas en otros lugares, donde ellas han debido construir y constituir toda su lógica de territorialidad” (para mantener su cultura quilombola a pesar de los límites del espacio que se les ha asignado).
Nuestra entrevistada complementa: “Por eso, es necesario enfrentar a esas empresas y ese sistema jurídico racista con nuestras lógicas. Ese es un sistema que nos ve como invasores, como ocupantes de un espacio. No puede comprender que estamos operando un proyecto de recuperación de (la tenencia del) territorio y de aquello que es nuestro por derecho. Un sistema que tiene dificultad para comprender qué es la lógica de la recuperación, de la reconquista de aquello que es nuestro por derecho. Y esa es la experiencia que estamos viviendo en Porto Alegre, donde existen ocho comunidades quilombolas reconocidas y una en proceso de reconocimiento [4], y esas comunidades están recontando la historia, recuperando el espacio y afirmándose frente a un sistema que es ciego para reconocer esa diversidad, y que es racista al operar contra esa diversidad.
La lucha en defensa de la regularización de los territorios quilombolas e indígenas es urgente. Patrícia explica también qué comprenden por recuperación y las intersecciones entre la lucha quilombola y la indígena: “La lógica de las recuperaciones es un aprendizaje que nace a partir de la relación con los pueblos originarios, que siguen esa orientación de reconquistar su espacio y de recuperar aquello que es suyo por derecho, por habitar todo el territorio brasileño desde los ancestros. Luego llegó la colonización europea y expropió a esas comunidades, las alejó y desmembró. Pero ellas vienen ahora a cobrar esa deuda del Estado brasileño, que nunca la reparó en su integridad. Frente a la inacción del Estado, las comunidades indígenas y quilombolas se unen y retoman sus territorios”.
La disputa es por la moralidad vigente
Así como el racismo institucional, el racismo estructural también es responsable por moldear las formas de violencia contra los cuerpos negros: “Ese sistema jurídico racista ve nuestros territorios como el lugar del bandido, el lugar del tráfico, el lugar de las personas vulgares, de las personas que pueden ser violentadas. También ve nuestros territorios como el cuerpo de la mujer que está abierta a la violación, la mujer que puede ser violentada por el sistema. Es una composición del sistema racista y patriarcal que opera muy bien unificando lógicas de opresión -opresión contra nuestros territorios. Además de la agresión física que genera la desterritorialización, hay también una desconfiguración de estos territorios, una narrativa que busca reforzar la idea de que son espacios sin cualidades y despotencializados, y esto cualifica al modelo violador en la disputa territorial, pues aquí en Brasil la disputa territorial no es solamente una cuestión legal, es también una cuestión moral. Entonces, está justificado expulsar y violentar lo que es descualificado. Hay una lógica de que los cuerpos negros, los cuerpos indígenas, las mujeres, reciben entonaciones de características que no son las propias de lo que se considera personas inteligentes, con potencial, personas protagonistas de sus historias. Los/as negros/as, indígenas y mujeres son vistos/as como personas que necesitan ser tuteladas para seguir su vida en plenitud. Y por eso también necesitamos combatir eso, pues así estaremos combatiendo una cuestión moral, que a veces ha justificado actitudes violadoras”.
Por eso, Patrícia pondera que es necesario ver en esos territorios sus diversidades, las potencialidades y las formas diversificadas y sofisticadas en que esos territorios operan y organizan su lucha. “A partir del suelo de los territorios, uno percibe qué está pasando, (necesitamos) una forma que actúe considerando esa diversidad y esa complejidad que el juego del vivir nos exige. Sabemos que vivir exige coraje, y vivir una lucha antirracista exige mucho más coraje, mucho más atrevimiento, mucho más posicionamiento”.
La militante ambiental y antirracista también hace un llamado a la escucha: “Pensamos que cualquier grupo u organización política que esté dispuesto, presentándose para sumar en este enfrentamiento, necesita antes de cualquier cosa practicar una escucha sensible para lo que es dicho a partir del suelo del territorio. Escuchar aquello que las personas están experimentando, las opresiones y las violencias, aquello que esas personas juzgan que es necesario enfrentar y que sea hecho, cuáles son las técnicas seculares que ellas están utilizando para manejar la vida. No es más posible que nosotros/as como izquierda no realicemos esa escucha. No es más posible creer que es necesario formar trayendo las lógicas occidentales para dentro de los territorios, como si la gente que vive las luchas diarias no entendiera qué está pasando. La gente sí entiende. Cotidianamente, la gente toma sus decisiones complejas y difíciles. Por lo tanto, como izquierda, necesitamos practicar la escucha, la sensibilidad, la solidaridad con esos grupos, con esas articulaciones, para entonces potenciar la lucha”.
Para pensar caminos posibles para transformar el actual modelo de sociedad hacia una que sea antirracista, Patrícia afirma que “es necesario tomar medidas concretas y reales de acuerdo con reparaciones históricas y humanitarias, porque son crímenes sistemáticamente realizados contra nuestras humanidades”. “Entonces, la postura (de Carrefour) de solamente pedir perdón y pagar millones para hacer propaganda en horario central en la televisión, para intentar limpiar el nombre de la empresa, no repara estos crímenes. Pedir perdón y decir que no concuerda con esas prácticas no promueve las acciones transformadoras necesarias de una postura antirracista. Tenemos prisa por acciones concretas y reales, porque son los nuestros quienes son sistemáticamente asesinados, son nuestros sueños los despedazados, nuestras familias las desmembradas, victimizadas por este proyecto racista que opera hace más de cinco siglos en Brasil”.
Amigos de la Tierra Brasil repudia la violencia y el asesinato de João Alberto [5], así como el de Marielle Franco [6], [6] de Claudia Ferreira [7], del niño Miguel [8], de personas negras que son encarceladas en masa dentro de la lógica que opera hace siglos en Brasil, y que criminaliza los cuerpos racializados. “Creemos que son muchos los responsables por el exterminio de los sueños negros en Brasil. Fueron muchas manos que golpearon a João Alberto y lo ejecutaron, más allá de la seguridad privada de Carrefour y de la policía militar. Fueron todas las manos que pactan con ese sistema racista. Y esas manos siguen violando la memoria de estos cuerpos, porque esas personas son violentadas y hay un tratamiento que las juzga en su muerte y las condena como criminales. Entonces, es muy cruel el tratamiento que Brasil ha dado y da a las personas negras y a las personas indígenas. Y cada día que pasa es más peligroso ser negra y negro en Brasil. Y por eso es necesario tener solidaridad, son necesarias acciones antirracistas para que estos crímenes paren de ocurrir. Amigos de la Tierra Brasil se pone al lado de esos territorios en sus luchas, se dispone como compañeros y compañeras de resistencia. Aquí hacemos una apuesta que tiene como objetivo la victoria de la vida, con todo lo que ella es capaz de traer de potencialidad, de diversidad, de fuerza, y creemos que estamos dando pasos en una caminata bonita que materializa una construcción de confianzas, con soporte técnico, con alianzas políticas para la transformación antirracista”.