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El camino hacia la agroecología en Sri Lanka

Antes de que la Revolución Verde llegara a Sri Lanka en la década de 1960, con la imposición de maquinaria moderna, variedades de alto rendimiento, aumento del uso de fertilizantes y otros insumos agroquímicos, el país tenía un sistema agrícola ecológicamente sustentable. Los/as agricultores/as usaban técnicas agrícolas mixtas y cultivaban de forma de proteger el medio ambiente y la salud humana. Mantenían la fertilidad del suelo a través del uso de estiércol de ganado, la rotación de cultivos y el cultivo de árboles y arbustos cerca de los cultivos alimentarios con el fin de aumentar la productividad de la tierra y mejorar la salud del suelo. “Solía ser un sistema muy interactivo”, nos dijo Chalani Rubesinghe, del Centro de Justicia Ambiental (CEJ) – Amigos de la Tierra Sri Lanka [1].

Pero junto con la Revolución Verde “llegó la aplicación masiva de fertilizantes y otros insumos, y con el tiempo comenzó a disminuir la fertilidad del suelo, lo que obligó a los/as agricultores/as a depender aún más de las aplicaciones externas”, explicó.

El objetivo principal de quienes llevaron la Revolución Verde a Sri Lanka era aumentar la producción agrícola, según decían, particularmente en términos del arroz, lo que mejoraría las condiciones de vida de las poblaciones rurales. Pero lamentablemente no tuvo como resultado la reducción de la pobreza. Un estudio [2] llevado a cabo por CEJ en 2012 descubrió una serie de malas prácticas en la forma en la que los/as agricultores/as usaban los fertilizantes, como la aplicación de productos químicos para combatir insectos en estado de larva en lugar de insectos adultos, lo que hacía que los plaguicidas fueran ineficaces, o la mezcla de distintas sustancias químicas sin conocer los efectos finales.

“En última instancia, la Revolución Verde en Sri Lanka no consiguió garantizar una cantidad saludable o suficiente de alimentos a un precio justo”, destacó Rubesinghe.

Repentina prohibición de los fertilizantes químicos

En abril de 2021, el presidente de Sri Lanka Gotabaya Rajapaksa anunció la prohibición de todos los fertilizantes sintéticos. Según Rubesinghe, la verdadera intención detrás de esta decisión era ahorrar los dólares que el gobierno destinaba a la importación de fertilizantes químicos -alrededor de 400 millones de dólares por año.

“Se podría decir que la decisión fue el resultado de un extenso trabajo de incidencia por parte de académicos, profesionales médicos así como de algunas organizaciones de la sociedad civil que incidieron a favor de eliminar el uso de los plaguicidas (…) y que creían que Sri Lanka debía volver a su sistema agrícola tradicional. Pero la forma en la que esta decisión fue implementada fue un gran problema”, agregó.

Los/as agricultores/as comerciales no estaban listos/as para esta transición repentina. “No hubo suficiente tiempo entre la moratoria y la implementación”, afirmó Rubesinghe. Para pasar a la agricultura orgánica hay que preparar la tierra, hay que dejar que la materia orgánica se descomponga y libere nutrientes.

Las decisiones que se tomaron luego de la moratoria también fueron equivocadas. Por ejemplo, el gobierno intentó importar desechos municipales procesados de China para usar como fertilizantes orgánicos, que luego se descubrió que contenían patógenos capaces de destruir los cultivos.

CEJ se opuso a la importación de estos fertilizantes orgánicos y en 2021 presentó una demanda judicial [3]. La organización argumentó que bajo ninguna circunstancia se podía importar a Sri Lanka fertilizantes orgánicos provenientes de otros países, tal como establece la Ordenanza de Protección Vegetal aprobada en 1981 y la Ley de Protección Vegetal No. 35 de 1999. Estas normativas prohíben la importación de partículas del suelo, organismos vivos, virus o cultivos de bacterias y hongos al país, ya que el abono orgánico/compost está compuesto por partes de animales y vegetales en descomposición que podrían contener patógenos.

La moratoria de abril de 2021 desató una gran crisis agrícola y alimentaria. Las organizaciones de la sociedad civil culparon al gobierno, argumentando que el intento de introducir la agricultura orgánica al país de la noche a la mañana socavó profundamente las iniciativas que se estaban acercando lentamente hacia una transición agroecológica. Los/as agricultores/as dependían en gran medida de los insumos químicos y no estaban listos aún para cultivar como lo hacían las generaciones anteriores. “Esto representó una oportunidad para la industria agroquímica, que se volvió más popular entre los/as agricultores/as como su única salvación”, lamentó Rubesinghe.

La crisis continuó en 2022 en el contexto de una profunda crisis económica y política [4] a nivel nacional en Sri Lanka, que está afectando a los/as agricultores/as comerciales, pero también a los de pequeña escala. La reciente crisis de los combustibles, consecuencia del gran endeudamiento que vive el país, ha provocado que los/as agricultores/as no puedan usar las maquinarias para preparar sus campos, que los/as pescadores/as no puedan salir a pescar, que el mercado sufra retrasos en el transporte y que el precio de los productos aumente.

Y con la llegada de la pandemia de Covid-19, el mercado central a menudo se encontraba cerrado y los precios fluctuaban de la noche a la mañana. Esto dificultó mucho la vida de los/as agricultores/as porque con estas fluctuaciones son los intermediarios quienes se benefician.

“Diría que los últimos dos años han sido la peor pesadilla para nuestros/as productores/as y agricultores/as”, destacó Rubesinghe.

La agroecología como enfoque holístico

En 2021, CEJ produjo una “Hoja de ruta de políticas, leyes y medidas para adoptar con éxito la agroecología”, como guía para una implementación adecuada de la agroecología dirigida a las autoridades.  La publicación se distribuyó entre los ministerios y las autoridades agrícolas de departamentos estatales, que tienen la posibilidad de ejercer influencia y establecer la agroecología en Sri Lanka.

Según CEJ, la implementación de la agroecología en Sri Lanka enfrenta grandes desafíos. Por ejemplo, la falta de conocimientos técnicos para satisfacer la demanda de alimentos mediante el uso de la agroecología, o la falta de coordinación entre investigadores/as, funcionarios/as y autoridades para aplicar los hallazgos de los estudios en las decisiones. El mercado también constituye un gran desafío. La mayoría de los/as consumidores/as de Sri Lanka solo pueden comprar productos económicos, por lo que los/as agricultores/as agroecológicos/as necesitan buenos precios para poder vender sus cosechas.

“Creo que esta es una de las razones por las que tenemos que presionar a favor de una conversión gradual e integral y no sectorial, si queremos alcanzar la soberanía alimentaria a través de la agroecología”, afirmó Rubesinghe.

“Sri Lanka es un buen ejemplo de por qué la agroecología tiene que entenderse como un enfoque holístico, que implica una transición social y económica justa además de políticas “verdes”, afirmó Kirtana Chandrasekaran, co-coordinadora del programa de Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra Internacional [5].  “Por ejemplo, cuando la agroecología se reduce a la captura de carbono puede tener resultados negativos, pero como parte de un enfoque integrado, los beneficios de mitigación y adaptación de la agroecología son enormes. La mayoría de las historias exitosas de la agroecología tienen esto en cuenta y también son lideradas por agricultores/as de pequeña escala como protagonistas de la transición -que es algo clave si lo que se quiere es masificar su escala”, concluyó.