Habitantes del Bajo Sinú en el departamento de Córdoba (Colombia) denunciaron que la comunidad El Playón puede desaparecer tras deslizamiento de un talud por la actividad de la represa Urrá I sobre el río Sinú. Exigen que el gobierno nacional y autoridades locales tomen medidas urgentes.
La leyenda dice que el río Sinú se fue de fiesta con la luna llena, bebieron alcohol de yuca, cocinaron guarapo con tizones de chichero y se embriagaron. Se abrazaron, gritaron en la soledad de la noche y lloraron juntos. Esas lágrimas habrían producido muchas inundaciones en el lugar, pero esta vez la mitología no tuvo nada que ver: la mano del hombre tiene toda la responsabilidad sobre las crecidas del río Sinú y las catástrofes en la zona.
Río arriba, en la cuenca superior, hace 20 años fueron desplazados por el Estado colombiano los indígenas Embera-Katío para construir la represa hidroeléctrica Urrá I. En la cuenca baja, pescadores artesanales y campesinos han perdido mucho de su cultura y economía popular porque diversas especies endémicas desaparecieron por los impactos ambientales que produjo este cambio en el curso del río.
Naudel González, integrante de la Asociación Comunitaria del Bajo Sinú (Asprocig) forma parte del movimiento contra las represas “Ríos Vivos Colombia”. Desde El Playón, municipio Santa Cruz de Lorica donde viven unas 600 personas, el vocero de Asprocig denunció en Radio Mundo Real las graves consecuencias sociales y ambientales que está produciendo el deslizamiento de un talud de 180 metros provocado por el pulso diario de la central hidroeléctrica Urrá I.
“Queremos vivir sabroso”, dice González para explicar la defensa que el movimiento hace de la cultura anfibia de la esa zona. Miles de personas han sido afectadas por este proyecto de energía que no es limpia y que no respeta ecosistemas ni cosmogonías; un proyecto «impuesto a través de violencia, asesinatos y estigmatización de defensores/as sociales.
Por dónde baja el río
El río Sinú está al noroeste de Colombia. Nace en el departamento de Antioquia, fluye de sur a norte por 415 kilómetros, principalmente a través del departamento de Córdoba y desemboca en el mar Caribe. Es el tercer río más importante del país, después del río Magdalena y el río Cauca.
Justamente en el departamento de Córdoba se construyó el proyecto hidroeléctrico Urrá con un embalse de 7400 hectáreas. El costo del proyecto fue de 800 millones de dólares; 40% del financiamiento provino del gobierno colombiano y el 60% de los préstamos internacionales, incluida la agencia canadiense Export Development Corporation, Nordbanken de Suecia y el Banco Nórdico de Inversiones. La empresa sueca de construcción Skanska construyó el proyecto en sociedad con la empresa colombiana Conciviles. La licencia ambiental para la construcción se aprobó en 1993, la construcción comenzó en 1994, el llenado del embalse comenzó en 1999 y las operaciones comenzaron en mayo de 2000.
Un peligro inminente
«El sitio presenta un deterioro muy grave: hay cables eléctricos de alta tensión, viviendas y escuelas a la orilla del río que están a punto de deslizarse hacia el caudal por este fenómeno», detalló González.
El deslizamiento del talud «pone en riesgo la estabilidad y permanencia» de las 600 personas que viven en este lugar, aunque los impactos en la zona repercuten en más de 60 mil familias de la cuenca baja del Sinú. En estos días ya se han desplazado muchas viviendas hacia el interior del río.
La construcción de esta represa está asociada a los asesinatos de muchos defensores y defensoras de territorios y pueblos indígenas que se opusieron al proyecto. A pesar de las amenazas que sufren las comunidades, desde el Movimiento Ríos Vivos no han dejado de exigir que autoridades gubernamentales como el alcalde de Lorica, el gobernador de Córdoba, la corporación para los valles del Sinú y San Jorge, el Ministerio de Medio Ambiente y los responsables de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo tomen medidas urgentes. También les han hecho propuestas concretas para frenar la desaparición de la comunidad El Playón, como “bosques de galería” que sirven para revertir la deforestación producida por la ganadería extensiva a la orilla del río, colocando especies nativas que amarren la tierra con sus raíces para controlar pulso diario de la cuenca del río.