El 13 de junio, la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI) celebra 22 años de lucha y acción. Esta vez será de manera virtual a través de la página de Facebook.
Gabriela Curinao forma parte de Anamuri desde su fundación en 1998:
«Crecí en Santiago, con todo lo que significa la diferencia y la discriminación por el hecho de ser mapuche. Cuando terminé la universidad estaba en búsqueda de mi identidad, de la historia de mi pueblo, del significado de mi apellido».
Mafalda Galdamés, vinculada a las organizaciones campesinas que existían en ese momento y con quien Gabriela trabajaba en una ong dedicada al desarrollo comunitario para poblaciones en situación de vulnerabilidad de Santiago, invitó a Curinao a sumarse a las reuniones en las que organizaban lo que pronto sería la Asociación Nacional de Mujeres Rurales (ANAMUR) y, un año después ANAMURI -al añadir a las compañeras indígenas en la sigla-.
En esa reunión constitutiva del 13 de junio de 1998 estaban referentes históricas, que hasta hoy siguen presentes y marcando huella en las campañas de Anamuri, como Francisca “Pancha” Rodriguez y Alicia Muñoz, que venían de la militancia campesina y en la política de izquierda.
Desde entonces ANAMURI sería clave en la integración de La Vía Campesina y de la CLOC (Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo). En esos espacios de articulación campesina propusieron campañas que se volverían mundiales como la de proteger las semillas nativas, otras contra la violencia hacia las mujeres, y acuñaron el feminismo campesino y popular -una elaboración teórica y práctica forjada a través de varias escuelas de pedagogía feminista locales y continentales, discutida también en congresos y asambleas de la CLOC-, pasando de la consigna “Sin feminismo no habrá socialismo” de 2009 hasta la certeza del presente: “Con feminismo construimos socialismo”.
“El feminismo trae su ruido -dice Gabriela Curinao- y es muy interesante porque hace a las mujeres cuestionarse sobre el género, sumado al cruce interseccional con la clase, con la raza, y la autoformación, en un proceso de fortalecimiento político individual y colectivo. ANAMURI ha hecho un gran aporte en el debate del feminismo”.
Fue el 30 de abril de 2009 en Cuba cuando la CLOC pronunció que “Sin feminismo no habrá socialismo”. “El reto era cómo esta concepción feminista emergería desde un sector de mujeres que históricamente nos situábamos tan lejos de las posiciones feministas, pero al mismo tiempo tan interpretadas por ellas”, decía Francisca Rodríguez en mayo de 2019 en una publicación de ALAI por los 25 años de la CLOC [1].
“Nuestro feminismo campesino popular se va impregnando de nuestras historias y vivencias, dándole sentido a todo el acumulado político que las mujeres hemos desarrollado”, continúa Francisca Rodríguez en el artículo de ALAI. ¿Por qué es necesaria esta perspectiva? Para la formación de nuevas generaciones campesinas y “para la elaboración y formulación política de nuestra concepción feminista (…) encaminando la lucha por alcanzar una sociedad entre iguales, una sociedad sin violencia, donde la exclusión, la sumisión, la discriminación y la pobreza sean cosas del pasado y podamos vivir en este paso por la vida en plenitud transitando por los caminos del buen vivir”.
Las mujeres que integran ANAMURI sufren ataques en sus tierras, persecución y criminalización. Sin ir más lejos, a lo largo de 2019 (convulsionado y movilizado año, inaugurado por la masiva marcha y huelga general feminista del 8 de marzo, que reunió más de un millón 200 mil mujeres y donde Anamuri participó como parte de la Coordinadora 8M-, hasta el estallido social de octubre [2] con demandas contra el sistema capitalista, patriarcal, racista, sólo frenado -apenas- por la pandemia) esta asociación sufrió ataques en territorio mapuche [3] y ataques a la sede en Santiago.
Como dice Gabriela Curinao, la lucha por el despertar de Chile no era ajena a Anamuri, más bien ellas venían hace años luchando por varios de los puntos que luego fueron parte de la movilización popular del año pasado, como: exigir una nueva Constitución [4], decidida no solo por plebiscito sino a través de una Asamblea Constituyente, luchar contra las patentes en semillas y defender las variedades nativas y criollas para todo el campesinado y la producción familiar, como parte del derecho a la soberanía alimentaria, movilizarse contra tratados de libre comercio como el TPP-11 [5], entre otros puntos.
«Chile es un país donde privan los intereses económicos privados, y el buen vivir de las personas no existe. En el último congreso de Anamuri planteamos que una de las maneras de cambiar eso era cambiar la Constitución pinochetista que nos mantiene en esta situación económica, social y política desmejorada», dijo Gabriela Curinao. Durante la pandemia se han quedado «en casa, pero no en silencio», como dice la La Vía Campesina. «Hacemos todo el ruido que podemos», dice la directora de Anamuri, y esperan volver pronto a las calles hacia el proceso constituyente y el plebiscito del 25 de octubre.