El pasado 7 de diciembre de 2020 el agua de California empezó a cotizar en los mercados de futuros de materias primas de Wall Street. Con el nombre Nasdaq Veles California Water Index (NQH2O) el mercado financiero identifica un índice para darle un valor a los contratos de futuros del agua, es decir, a los derechos de succionar agua de los ríos y fuentes subterráneas, y almacenar, transportar y vender agua. Esta estrategia de cotizar un bien común en el mercado, configura una nueva forma de acumulación de capital y de poder corporativo que consiste en separar los elementos de la naturaleza para convertirlos en títulos de propiedad, adquirirlos por corporaciones y, posteriormente, negociarlos en el sector financiero a través de contratos. Este modelo es denominado como financiarización.
El proceso de la financiarización del agua puede entenderse bajo tres aspectos. Primero, en el mercado de futuros, lo que se compra y se vende son los contratos y no el agua en sí misma. Segundo, tener un contrato en el futuro no implica necesariamente la adquisición del agua. La mayoría de estos contratos son utilizados con finalidad especulativa, es decir, se compra o vende los derechos sobre las aguas con vistas a su posterior reventa (recompra), entonces, la ganancia no es derivada de su uso, sino la transformación de su precio en el futuro ya sea por su demanda o necesidad. Los agentes consideran el agua como una mercancía, y cuando un contrato a futuro tiene mucha demanda su precio aumenta. En tercer lugar, cuando el precio de un contrato de futuro sube implica una subida del precio actual real de la materia prima. Por tanto, cuando hay variaciones en los mercados de futuros estos influyen directamente sobre los bienes a los que se refiere los contratos.
Desde hace años, se ha denunciado sobre una tendencia mundial por parte de los bancos y potencias inversoras de la compra de miles de acres de tierra con acuíferos y lagos, la adquisición de derechos de agua y servicios públicos de agua en todos los rincones del planeta. Recordemos que la financiarización se basa en los ingresos esperados en el futuro. En este sentido, cuanto sea más predecible su costo, tanto mejor para los inversores. En últimas, la compra de los derechos de agua es “perfecto” para la especulación, porque los consumos de agua son predecibles y los precios muy estables. Precisamente, desde que el índice NQH2O empezó a cotizar en los mercados de Wall Street ha tenido una sistemática y creciente subida de sus precios.
Más allá del absurdo de profundizar la cosificación y mercantilización de un elemento esencial para la vida en el planeta, los supuestos argumentos para cotizar el agua en la bolsa parten de dos claras mentiras. En primer lugar, se considera que la libre competencia, incentivará la eficiencia en el uso del agua como un bien económico. Sin embargo, hasta el cansancio se ha demostrado que la libre competencia no mejora el uso y manejo de las aguas.
En Colombia, por ejemplo, uno de los casos más sonados consistió en los bonos de agua cuyo inicio se ubica en el 2008. Este esquema financiero privado intentaba subvencionar obras públicas de agua por un total de 441.000 millones de pesos, colocados en la Bolsa de Valores de Colombia, a 117 municipios durante 20 años. Sin embargo, bajo este esquema no solo se entregaron bonos de deuda a municipios que ni siquiera tenían proyectos estructurados, sino que el interés de los bonos era altísimo (entre el 14% y 16% UVR), y las deudas no podían ni renegociarse, ni podían ser prepagadas. Es necesario advertir que la mayoría de obras financiadas en este esquema nunca se realizaron, y en la mayoría de municipios en donde se adelantaron las infraestructuras, éstas fueron inservibles. De esta manera, los agentes privados, que recibieron enormes réditos económicos a través del pago que hicieron los municipios con dineros públicos, no solo especularon con las deudas de los municipios, sino que además especularon con las deudas futuras, ya que los municipios quedaron obligados en invertir en obras de agua más grandes para mejorar las infraestructuras inservibles de sus regiones.
En segundo lugar, se considera que el mercado solucionará un escenario de escasez futura que enfrenta California. No obstante, en Latinoamérica, se ha demostrado que los principales conflictos por el agua se deben a una escasez inducida, producida por una diversidad de factores como puede ser el mal manejo, la contaminación por algunas actividades, la monopolización del acceso, y el desconocimiento de gestiones ancestrales y comunitarias. Es decir, que los conflictos por el agua no obedecen solamente a una cuestión meramente ecológica o económica, sino que pasa a ser política, social y cultural; y en la mayoría reviste una compleja relación entre los diversos lenguajes de valoración que existen sobre el líquido vital.
Aunque es temprano para comprender todos los impactos de la financiarización del agua en el futuro es posible determinar algunos elementos: i) Estimula el acaparamiento y los escenarios de concentración del agua a favor, por ejemplo, de los sectores agroexportador y extractivista. Si se considera el agua como una mercancía, los sectores financieros y económicos seguirán adquiriendo derechos sobre su uso para adquirir mayores beneficios por su especulación. ii) Aumenta el precio del agua, o del derecho de su uso, haciendo más difícil el acceso por parte de la mayoría de la población. iii) Acrecienta la escasez al crecer el acaparamiento de aguas por cada vez más pequeños sectores. Además, puede crear burbujas especulativas, en donde se invierte mucho más en el mercado financiero sin tener un correlato con la economía real, distorsionando la verdadera disponibilidad para satisfacer las necesidades de la vida. iv) Debilita la atención sobre los sistemas públicos y comunitarios del agua, estimulando políticas privatizadores que desconocen su ejercicio permanente por la protección y cuidado del derecho fundamental al agua.
En definitiva, haciendo eco a las palabras de Machado, “solo los necios confunden el valor con precio”.